Equilibrium: una reflexión sobre lo que nos hace humanos
Psicóloga Rosario Bazán en Estepona, Marbella y Málaga. Consulta de psicología y terapia Gestalt. Talleres de grupo, risoterapia y meditación. Te apoyo a buscar tu autoconocimiento.
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Equilibrium: una reflexión sobre lo que nos hace humanos

Equilibrium

Equilibrium: una reflexión sobre lo que nos hace humanos

Equilibrium es una película de 2002 que, a primera vista, podría parecer solo una historia más de acción en un futuro distópico. Pero hay algo mucho más profundo que se esconde en su trama. En un mundo donde las emociones están prohibidas y suprimirlas es la única manera de evitar el caos, el protagonista, John Preston, un hombre encargado de hacer cumplir la ley de esta sociedad, comienza a cuestionar su propia existencia. La película no solo plantea una pregunta sobre el control y la disciplina, sino también sobre algo mucho más humano:

¿Qué sucede cuando nos despojamos de lo que nos hace sentir vivos?

La historia de Equilibrium nos invita a reflexionar sobre el papel de las emociones en nuestras vidas. Nos plantea un dilema profundo: ¿es posible vivir plenamente sin sentir, sin el peso de la alegría, el dolor, el amor o la tristeza? A veces creemos que no sentir es la clave para la paz, pero la ausencia de emociones nos desconecta de nosotros mismos y de los demás.

Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esta desconexión no nos la imponen, sino que la buscamos por necesidad? Quizá no vivamos en un mundo como el de Equilibrium, pero todos, en algún momento, hemos decidido apagar lo que sentimos para poder seguir adelante. La vida puede ser tan desafiante que preferimos huir del dolor, como si él fuera el enemigo más grande. Pero tal vez el problema no sea el dolor en sí, sino nuestra incapacidad de enfrentarlo.

Imagina que caminas por la calle con una sonrisa, todo parece en orden, pero dentro de ti hay un vacío que no puedes negar. Sientes que algo falta, que no estás completamente ahí. En tu mente todo parece bien, pero una voz interna te susurra que esa emoción reprimida está afectando cada una de tus decisiones.

Esto es lo que hacemos a veces con nuestras emociones: las congelamos, las ponemos en pausa, porque creemos que son demasiado poderosas para manejarlas. En momentos de dolor, frustración o miedo, decidimos desconectar, como si esa desconexión fuera una forma de ganar control.

“No sientas, no te duelas, no te pongas vulnerable”, nos decimos.

Es un mecanismo de defensa, un escudo que nos permite avanzar sin caer, sin llorar, sin mostrar debilidad. Pero, ¿por cuánto tiempo puede durar ese escudo antes de que empiece a agrietarse?

Al igual que en Equilibrium, cuando cortamos nuestras emociones, nos desconectamos de algo esencial: de nosotros mismos. No sentir puede hacernos parecer más fuertes, pero también nos vuelve más frágiles. Perdemos la capacidad de comprender qué nos mueve y qué nos importa realmente. Y cuando todo lo que hacemos es reaccionar sin sentir, nuestra vida se convierte en una serie de movimientos automáticos, donde el control lo tiene todo menos nuestro corazón.

Pero, ¿qué pasaría si te dieras permiso para sentir? Si te permitieras, aunque sea un instante, estar con tu dolor, tu tristeza o tu miedo. No se trata de rendirse al sufrimiento, sino de aceptar que las emociones son las que nos permiten sanar. En el fondo, las emociones no son enemigas: son señales.

Nos dicen cuándo necesitamos descansar, cuándo necesitamos cambiar, cuándo necesitamos ser amados.

Recuerdo la historia de un amigo que, durante una crisis personal, pasó semanas desconectado de todo lo que sentía. Se ocupaba de todo, menos de sí mismo, hasta que un día algo en él se rompió. Dejó que las lágrimas salieran, sin contenerlas. Al principio pensó que eso lo haría más débil, pero fue ese momento de vulnerabilidad el que le permitió empezar a reconstruirse.

Esa historia me recordó algo que solemos olvidar: la flexibilidad emocional. No se trata de suprimir nuestros sentimientos para siempre, ni de dejarnos arrastrar por ellos sin control. Se trata de encontrar un equilibrio, un espacio donde podamos sentir, pero también decidir conscientemente. A veces necesitamos desconectar para no caer; otras veces, necesitamos sentir para seguir adelante. Y es en esa danza entre el control y el abandono donde realmente encontramos nuestra humanidad.

Al final, Equilibrium no nos enseña que las emociones sean malas o que debamos reprimirlas. Nos recuerda que, en un mundo que a menudo nos exige ser fríos y controlados, lo que nos hace humanos es precisamente la capacidad de sentir. Y es ahí, en el sentir, incluso en el dolor, donde encontramos el verdadero sentido de la vida.