¿Realmente tomamos decisiones racionales?
Entender cómo pensamos es el primer paso para tomar decisiones con libertad en un mundo que constantemente intenta decidir por nosotros.
Te sorprendería saber cuántas de nuestras elecciones no son tan lógicas como creemos.
Imagina que estás en el supermercado. Vas por leche… y sales con galletas, un desodorante en oferta, y una revista que no planeabas comprar. ¿Te ha pasado?
Eso no es un accidente. Tampoco es simple impulso. Es tu mente tomando atajos.
En psicología cognitiva, esos atajos tienen nombre: heurísticas. Son reglas mentales rápidas, prácticas, que usamos sin darnos cuenta para decidir en un mundo saturado de información.
No están mal. De hecho, nos ayudan a sobrevivir. Pero también nos pueden jugar en contra.
Por ejemplo, la heurística de disponibilidad: si algo te impactó mucho o lo viste recientemente (como un accidente en las noticias), puedes sobreestimarlo. Entonces, decides no tomar un avión, aunque estadísticamente sea más seguro que conducir.
Otro ejemplo: el sesgo de confirmación. Solo vemos lo que confirma lo que ya creemos. Buscamos pruebas que nos den la razón. Y descartamos lo que la contradice. Así se alimentan las burbujas, las discusiones estériles, los prejuicios.
¿Y qué pasa con el exceso de confianza? Ese que nos hace pensar que “esto no me va a pasar a mí”, o que “yo no me equivoco tanto como los demás”. Ese también nos guía más veces de las que admitimos.
La verdad es que decidimos con emociones, recuerdos, intuiciones… y muchas veces, con miedo.
Y eso no está mal.
Pero entenderlo puede liberarnos. Porque cuanto más consciente eres de tus propios atajos mentales, más espacio tienes para elegir distinto. Para pausar. Para pensar un poco más allá de lo automático.
La próxima vez que tomes una decisión —grande o pequeña— pregúntate:
¿Esto viene de mí… o de un viejo atajo mental que ya no me sirve?
Quizá ahí comience el verdadero cambio.
Y desde la Terapia Gestalt en el Centro de Psicología Rosario Bazán, trabajamos justamente en eso: en ayudarte a recuperar esa conciencia. A volver al presente. A identificar cuándo estás reaccionando desde lo aprendido, lo automático, o desde una parte tuya que ya no te representa.
En un mundo lleno de distracciones, sobreestimulación y algoritmos que saben qué mostrarte para convencerte, tomar conciencia es una forma de protección.
La inteligencia artificial puede crear realidades falsas… pero tú necesitas conocer la tuya.
La única que importa.
Tu experiencia interna. Tu psique.
Porque si no aprendes a conocerte, alguien más va a decidir por ti.
Nunca fue tan urgente aprender a estar presentes como ahora.
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